César Chelala
Columnista invitado
Numerosas empresas en todo el mundo compiten por las mejores posiciones con el fin de obtener contratos multimillonarios para reconstruir Ucrania una vez que termine la guerra. La premisa que siguen parece ser: “Primero destruir; después construir”. La lucha de las firmas internacionales por contratos para reconstruir Ucrania remeda la conducta de los nietos descontentos que esperan la muerte de su abuela para repartirse la herencia.
En Varsovia, más de 300 empresas de 22 países participaron recientemente de una exposición comercial orientada a la oferta de propuestas para la reconstrucción Ucrania. En enero de 2023, en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, una multitud abarrotó la Casa de Ucrania para discutir oportunidades de inversión una vez que termine la guerra. En febrero, la Confederación de Industrias de Finlandia organizó un seminario con funcionarios ucranianos para persuadirlos de cómo podían contribuir a la reconstrucción de su país.
Como todas las guerras, la de Ucrania ha generado ganadores y perdedores. La economía de los países europeos se ha visto gravemente afectada debido en parte a los mayores costos de energía. Se proyecta que India y China –hasta ahora neutrales– tengan tasas de crecimiento positivas en 2023 y 2024. Los mayores ganadores son las compañías petroleras; los países exportadores de petróleo como Arabia Saudita y los fabricantes de armas como Lockheed Martin y Northrop Grumman continúan cosechando enormes ganancias sobre la miseria de millones de seres humanos.
En la actualidad, 25 lobistas registrados representan gratis los intereses ucranianos destinados a aumentar el apoyo militar de los EE.UU. Este aumento sin precedentes, es de más del cien por ciento con respecto a la situación previa a la invasión rusa de Ucrania.
Hay una salida frente a esta locura. Cincuenta y cinco ganadores del premio Nobel han propuesto que los países reduzcan conjuntamente sus presupuestos militares en un 2 por ciento durante cinco años, una cantidad relativamente modesta que podría superar el billón de dólares. Esto es más que el presupuesto para contrarrestar el calentamiento global y la ayuda exterior combinados y no alteraría el equilibrio de poder. Esos importantes recursos podrían usarse para financiar proyectos de salud, educación y otros similares en países en desarrollo y apoyar campañas sociales en los propios países prestamistas.
Tal acción honraría las palabras del General Dwight D. Eisenhower en su Discurso de Despedida, “Cada arma que se fabrica; cada buque de guerra que es botado; cada cohete disparado, significa, en su sentido final, un robo a aquellos que tienen hambre y no son alimentados; a aquellos que padecen frío y no son abrigados. El mundo en armas no gasta solamente dinero, está malgastando el sudor de sus trabajadores; el genio de sus científicos y las esperanzas de sus hijos”.
Lo que la humanidad necesita es un cambio de paradigma; de uno de confrontación y guerra a otro de cooperación y paz. El reciente acuerdo entre Arabia Saudita e Irán, mediado por China, es un importante paso hacia la paz en esa región de conflictos. Podría poner fin a las hostilidades entre esas naciones que, según estimaciones de la ONU, habrían causado la muerte de más de 377.000 personas, imputables a la violencia, el hambre y las enfermedades. Este acuerdo es un ejemplo de lo que Beijing llama Iniciativa de Seguridad Global, cuyo enfoque es promover el diálogo entre países en conflicto.
Estados Unidos tiene una oportunidad sin precedentes para promover la paz en su propio ámbito; podría levantar el embargo sobre Cuba, considerado ampliamente como la decisión de política exterior más ineficiente en décadas. Prácticamente no ha beneficiado a nadie, excepto a algunos exiliados cubanos mayores en Florida y ha traído una enorme miseria y duras condiciones de vida al pueblo cubano desde que se impuso. Esta es una situación que he podido evaluar en varias misiones a Cuba relacionadas con la salud. El embargo de Estados Unidos contra Cuba ha sido ampliamente criticado por organizaciones deDerechos Humanos como Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Desde 1992, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha aprobado una resolución anual exigiendo el fin del embargo sobre Cuba. Solo EE.UU. e Israel, de todos los países miembros, han votado sistemáticamente en contra de la resolución.
El levantamiento del embargo traerá una ola de buena voluntad en América Latina y en el resto del mundo, en un momento donde las acciones de guerra han causado enorme desesperanza y preocupación. Se puede argumentar que muchos legisladores en el Congreso, en su mayoría republicanos, ciertamente se opondrán a esa medida. Sin embargo, es posible que incluso los legisladores más endurecidos antepongan los intereses nacionales y globales a sus propios beneficios políticos.
En ese sentido, una reciente propuesta de 5 senadores, 3 Demócratas y 2 Republicanos (Los Demócratas Amy Klobuchar, Chris Murphy y Elizabeth Warren; los Republicanos Jerry Moran y Roger Marshall) denominada Freedom to Export to Cuba Act, intenta eliminar las barreras legales que impiden a firmas norteamericanas hacer negocios en Cuba y permitir a los cubanos un acceso libre a productos norteamericanos.
Esa medida, de ser aprobada, permitirá a Cuba importar productos para alimentar a sus 11 millones de habitantes, y la libre entrada deturistas norteamericanos, lo que mejorará notablemente su situación económica y el standard de vida del pueblo cubano. Además, conducirá a la eliminación de un ambiente de franca –e innecesaria-- hostilidad entre los dos países.
El mundo está desesperado por acciones que refuercen la paz. Muchos ven la guerra como una oportunidad de lucro y no como la abdicación del espíritu humano que realmente es. Mientras tanto, se siguen perdiendo millones de vidas y destruyendo familias de modo irreparable. Paralelamente, los mercenarios de la guerra aumentan sus ganancias.
Entumecidos por la asombrosa crueldad de la guerra, nos hemos vuelto ciegos a sus consecuencias.